Pese a que es habitual la confusión
entre ambos productos,
el leasing y el renting son dos
recursos totalmente diferentes.
El leasing, o arrendamiento
financiero, es una fórmula
de financiación mientras que
el renting es un servicio por el
que un determinando bien se
presta por un tiempo a cambio
de unas cuotas.
El destino final del bien
Por regla general, el leasing
incluye una opción de compra
en el contrato que, en la gran
mayoría de los casos, se hace
efectiva una vez que éste finaliza.
Juan Antonio Labat explica
que “el motivo, es que en
los arrendamientos financieros
el valor residual del bien es,
por definición, inferior al de
mercado en el momento en
que se ejecuta la acción de
compra”. Por el contrario, en
las operaciones de renting no
existe esa opción en el contrato
y, aunque puede llegarse a
un acuerdo al finalizar el periodo
establecido, lo normal
es que el bien se devuelva.
Las diferencias también afectan
a la propia naturaleza de
los bienes a los que se pueden
aplicar estas opciones y al
plazo . Mientras que el renting
sólo puede utilizarse en bienes
muebles (vehículos, bienes
de equipo industrial, equipos
informáticos...) y no tiene una
duración mínima establecida
para el arrendamiento, el leasing
puede ser de carácter
inmobiliario y está sujeto a
unos plazos legales mínimos.
Por otro lado, el leasing no
incluye servicios complementarios
al propio bien (mantenimiento,
asesoramiento, etc.)
lo que sí ocurre en el caso del
renting. Y, desde el punto de
vista contable, el leasing debe
reflejarse en el activo y el pasivo
del balance de la empresa
mientras que las cuotas del
renting se contabilizan directamente
como un gasto en la
cuenta de resultados.